Mi hija menor, de 17 años, sufre desde hace unos días de varios síntomas simultáneamente.
Ha tenido como una dermatitis en las mejillas y frente: la piel muy seca, rojez y picores. He constelado los tres síntomas de forma independiente (con ella) y a las 24 horas la piel de su rostro ya había mejorado muchísimo.
Pero lleva un par de semanas con un tremendo estreñimiento, y algo de inflamación en el abdomen y sobre esto no ha querido trabajar. No sé si puedo hacer algo yo, porque al ser ella tan mayor ya lo siento como una intromisión.
Mis dudas son es ¿a su edad sus síntomas son aún mensajes para nosotros? Y si es así ¿tengo permiso para hacer algún ejercicio para que mejore o debo esperar a que ella se sienta dispuesta a participar? Gracias!
Pensaré todo esto Brigitte y trabajaré para ordenarlo todo.
Gracias por mostrarme estas cosas!
🙂
Un abrazo.
querida Pilar,
cuando los padres tienen esas dudas es que se sienten más pequeños que sus hijos…
Los hijos ven a los excluidos que sus padres o abuelos no han visto.
Los problemas de los hijos señalan casi siempre un problema de los padres, no asumido por estos últimos.
Mientras los hijos no son autónomos, mientras no son independientes económicamente de sus padres, los padres tienen el derecho, yo diría que el deber, de constelar los problemas de sus hijos.
Y esa ayuda ha de ser silenciosa.
¿Tú pedías permiso a tu hija por atenderla cuando era pequeña, o se lo comunicabas? NO.
La ayuda de los padres es silenciosa y centrada.
Cuando sientas que puedes constelar un síntoma de tu hija, lo haces sin pedirle permiso ni decírselo después.
Posteriormente, te retiras a tu papel de madre, y confías a tu hija al movimiento del espíritu.
Pero primero te tienes que ordenar con respecto a cada uno de tus hijos. Por lo cual puedes hacer para cada uno el ejercicio sistémico «encontrar nuestro lugar«.