Esta entrada está relacionada con la anterior con el mismo nombre.
En las horas siguientes a enviarte esta consulta sentí que debía ponerme en los tres países para ver lo que me decían.
Lo comparto aquí brevemente y con la certeza de no poder transmitir todo lo que ocurrió durante el ejercicio.
El país que me permitió nacer miraba a dos muertos y a varios excluidos. En cuanto se entregaron a la muerte y los excluidos fueron vistos este país se sintió más equilibrado (al principio la cabeza se inclinaba hacia la derecha) y miró al país de mis padres con respeto y con mucho amor.
Entonces me puse en el país de mis padres. Este miraba a mi país de nacimiento sintiéndose pequeño y ofendido, y con mucho recelo. Pero poco a poco estaban de igual a igual, y pude sentir la fuerza de la reconciliación.
Finalmente me puse en España. La sentí fuerte, sabia y adulta, y miraba a los dos países con el amor de una gran madre que quería recuperar a sus hijos. Primero sentí que eran sus hijos pero a medida que España abría los brazos con una profunda emoción de reencuentro y se acercaban para abrazarse se convertían en un solo campo. Me vino la frase «somos los mismo», con lágrimas en los ojos.
Dejé que todo ocurriera lentamente y luego me puse en mi para honrarlo todo.
Unos minutos después de este ejercicio recordé que cuando llegué a Madrid por primera vez hace quince años, yendo en coche hacia la sierra con mi actual marido, iba mirando el cielo profundamente encantada y me vino a la mente «aquí es donde quiero morir».
Ahora con este ejercicio he comprendido que esas palabras venían de muy lejos.
Un abrazo muy fuerte Brigitte y gracias por tanto.
Deje su comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.